Historia de la
Sal Gaditana

En la época hispano-musulmana, la sal gaditana era consumida abundantemente en Al-Ándalus y su uso estaba también muy vinculado a la actividad pesquera de las almadrabas situadas en la costa atlántica.

Una vez que estos territorios fueron reconquistados por los cristianos, se siguió suministrando sal al Reino de Granada hasta su caída a finales del siglo XV. Cuando las salinas pasaron a la Corona de Castilla, la sal gaditana, además de satisfacer las necesidades locales, era enviada a otros territorios españoles y también era exportada en grandes cantidades. La sal era cargada bajo estrecha vigilancia de la Renta de Salinas (institución dependiente de la Hacienda de entonces) para evitar fraudes. En 1869 el monopolio ejercido por el Estado en las salinas llega a su fin y queda la producción y comercialización de sal totalmente liberalizada.

Durante el siglo XIX se produjo una especie de boom salinero, en el que cerca del 80% de la producción era exportada a otros países, especialmente a América del Sur y del Norte y a Europa septentrional.

A partir del primer cuarto del siglo XX, la producción salinera gaditana entró en recesión. Por una parte, con el descubrimiento del sistema de conservación de alimentos en lata y el desarrolle de buques frigoríficos, la utilización de la sal vinculada a la conservación de carnes y pescados cayó en picado; por otra, se originó una creciente competencia por parte de países que tradicionalmente habían sido clientes.

Buena parte de las salinas gaditanas fueron cerrando; sus instalaciones, muchas de ellas en ruinas, forman parte del paisaje con cierto aire nostálgico que posee la Bahía de Cádiz.